Como ya sabéis, hace apenas dos semanas volví de mi campamento de verano en una sierra de Madrid, Cercedilla. Cuando llegamos allí tras casi ocho horas de viaje en autobús, el primer encuentro con los chavales de Madrid fue ciertamente agresivo, poco receptivo por ambas partes. Como iba a pasar, nos acabamos juntando poco con los que compartíamos más gustos y aficiones. Entonces descubrimos que somos todos iguales, nadie superior a nadie, y que podíamos convivir con gente a la que no conocíamos de nada. También conocí a gente espectacular de Melilla que no conocía de antes, y más de lo mismo.
El tema de las habitaciones fue un poco lío al llegar, las niñas querían las mejores habitaciones para ellas, y yo, con mi tranquilidad, pues me quedé el último, o uno de ellos, así que no pude compartir habitación con mi colega, Carlitos Saura, con quien había apuntado al campamento. Acabé conviviendo con un grupo de chavales que venían todos de una misma urbanización, en la cual yo era el "+1", jajaja. Pero por cosas de la vida, y de Tete, tuve que mudarme la tercera noche, a la habitación 206, donde estuve con el gran Parrini, que hizo que nos conociesen después como "Los jefes de la 206", Jose Cobra y Antonio Cerdán, de todos he aprendido muchas cosas la verdad, cosas que nunca había llegado a pensar, jajaj. Y con estos tres chavales compartí habitación el resto del campamento.
Tuvimos siete monitores para apenas cincuenta niños y niñas que eramos, y sinceramente, hubiese habido otro clima general de haber sobrado dos o tres de ellos, no de todos ellos puedo decir que me lleve buenos recuerdos, pero bueno, no en todas partes vamos a encontrar a la mejor gente. Pero no me apetece extenderme demasiado en este punto. Sólo decir que, Castells, Daniela, Hierbas, y Alicia, GRANDES.
He hecho muchos amigos de Madrid, de los que probablemente me acuerde durante mucho tiempo, y de los que no me gustaría olvidarme, y he vivido sensaciones fantásticas, y no tan buenas, otras que aún permanecen aquí en Melilla. Todos estos sentimientos que os cuento fueron reflejados el último día, por la mañana, cuando en una reunión de biodanza, quisiésemos o no, un gran noventa por ciento acabamos llorando. Muy bonito todo, pero vamos, no muy relevante. Esa última noche hubo cena por parejas, yo pensaba que acabaría yendo solo, o con un tío, pero por otro lado tenía casi claro que iba a ir con ella, lo que acabó ocurriendo, muy a pesar de dos o tres chavales que estaban con ella a tope y que pretendían tener algo con ella, pero bueno, eso es una anécdota muy graciosa que no es momento de contar. Esa madrugada estuvimos de juegos los chavales hasta que llegó nuestro autobús a las cinco de la madrugada; semáforo, cartas y entanadas por las habitaciones de las niñas. Hicimos las maletas con caras de amargamiento, y las bajamos a la puerta del albergue con más cara de pena aún.
Y nada, muchos se pusieron a llorar, yo no era de ellos, porque eran casi las 5 de la mañana, y la verdad es que me importó todo más una mierda de lo que debiese, yo entanao en una silla con mis casquitos, como fue mi tónica en el campamento, esperando a que llegase el autobús abrazando a los que me venían llorando. Una tragedia todo.
Ahora tenemos un grupo de whatsapp, en el que no se calla ni dios, pero que a pesar de eso se les soporta.
Pues eso, aquí lo lleváis. Esto va dedicado a mis chavales y chavalas tanto de Madrid como de Melilla, y los monitores que quizá lean esto en algún momento.
Gracias, y hasta siempre.
CERCEDILLA '13
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